La Cuenca Caloris, una de las más características de Mercurio, tiene 1.550 kilómetros de diámetro. Fue el resultado de un impacto de un asteroide sobre la superficie del planeta en la historia temprana del Sistema Solar.
En los siguientes miles de millones de años, el planeta Mercurio se encogió en un radio de 1 a 2 km hasta que se enfrió después de su formación. La corteza externa creció lo suficientemente fuerte como para evitar que el magma alcanzara la superficie, poniendo fin así, al período de actividad volcánica.
La superficie de Mercurio es semejante a la de la Luna. El paisaje está lleno de cráteres y grietas, en medio de marcas ocasionadas por los impactos de los meteoritos.
La presencia de campo magnético indica que Mercurio tiene un núcleo metálico, parcialmente líquido. Su alta densidad, la misma que la de la Tierra, indica que este núcleo ocupa casi la mitad del volumen del planeta.
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